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DE MADRID A NAPOLES

Autoridades de Roma: el General Goyon, General en Jefe del Ejército de ocupación, y algunos Oficiales superiores africano-franceses: los Embajadores de todas las naciones, y, en lugar preferente, el Embajador francés. Duque de Grammont, que no sé por qué me parecia el dueño (y de tal se daba los aires) de la Ciudad Papal y el Presidente de aquella Asamblea tan ilustre.

Ni un solo Sacerdote se veia todavía en el Templo, fuera de los que andaban confundidos con la muchedumbre. — La atención y la espectativa eran inmensas... De un momento á otro debia de llegar el Papa con todo el Clero romano... — Reinaba un profundísimo silencio.

En medio de él oyóse el estampido de un cañonazo.

El Castillo de Sant-Angelo daba la señal de que el Sumo Pontífice bajaba de su Palacio á la Basílica.

A aquel cañonazo siguieron otros, y repiques de campanas, y una indescriptible agitación en la multitud que inundaba el Templo.

El corazón me latia con una violencia irresistible: sentí frío y ganas de llorar... — Me desconocía.

En esto se oyó en los aires, en lo alto de la gran Puerta de entrada, donde hay un extenso balcón, el acordado y melodioso ruido de muchas trompetas que batían marcha.

Aquellas trompetas me recordaron las de Jericó, é imaginé que á su religioso y marcial sonido caían por tierra las puertas del Templo para dar paso al Pontífice-rey.

En efecto. Pío IX acababa de entrar en la Basílica.

Yo HO lo veía aún; pero las oscilaciones del gentío me iban indicando el tránsito del Papa por la inconmeosurable Iglesia.

Y las bíblicas trompetas, únicos instrumentos que pueden tocarse en San Pedro, seguían entonando aquella marcha triunfal, sagrada, parecida aun psalmo heroico de David.

De pronto la Procesión aparece por detrás de uno de los enormes pilares del Templo, y veo alzadas sobre la muchedumbre unas andas de oro, en las cuales viene sentado sobre la silla gestatoria... (lo diré en la misma forma que revistió en mi imaginación) un Santo vivo (un San Gregorio, un San León , un San Félix) ; un Santo animado , palpitante, auténtico...;un venerable anciano, de nobilísima y apacible figura, paramentado con la capa pluvial y la Tiara , llevando en una mano las Llaves del Cielo, y bendiciendo con la otra alas Naciones, á las Gentes, congregadas en torno suyo; la efigie viviente de San Pedro ; el mortal que representa á Jesucristo sobre la tierra; el Papa, en fin; Pío IX...; la Cabeza visible de la Iglesia!

¡Es la primera vez que veo á un ser humano en procesión, en apoteosis, divinizado, exaltado, levantado al cielo!... — Aquella sagrada imagen movía blandamente los labios para rezar , esparcía su paternal mirada sobre la multitud, se balanceaba levemente en su silla al compás de la marcha, y hacia con la diestra la señal de la cruz...— Rodeábale una nube