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DE MADRID A NAPOLES

monumentos arquitectónicos, conciertos, alcaceres dorados, espectáculos brillantes , todo cruzaba por mi imaginación como una profecía ; todo palpitaba en mis entrañas, cual si un ser misterioso se despertase dentro de mí; todo se me revelaba de la manera que los fulgores de la Gloria brillan á los ojos de los extáticos.

Por consiguiente, las grandezas de la tierra, los prodigios de las artes , el sursítm corda de la poesía , se manifestaron en mi existencia en horas de místico arrobamiento; y la fe y la belleza, la religiosidad y la inspiración , la ambición y la piedad nacieron unidas en mi alma , como raudales de una sola fuente. — Figuraos, pues, las profundas emociones que me babrá producido la solemne, grandiosa, verdaderamente sublime ceremonia que acabo de presenciar en la Basílica de San Pedro : figuraos lo que habrá sido para mí la Misa de Pascua, celebrada de pontifical por Pío IX en el más grande y suntuoso Templo del mundo.

Para colmo de dicha, lo he visto todo muy de cerca y comodísimamenle, merced á la amabilidad de nuestro encargado de Negocios, que nos invitó á Caballero y á mí á formar parte de la Embajada Española, y á ocupar por consiguiente la tribuna levantada para el cuerpo diploraátic», entre el Altar Mayor y el Trono del Sumo Pontífice.

Paso por alto la emoción con que entré en la Basílica de San Pedro, .«abiendo como sabia que algunos momentos después iba á ver al Papa. — Esto se adivinará fácilmente.

Cuando entramos con la Embajada , la Iglesia estaba completamente llena, lo cual quiere decir que dentro de ella había más de 100,000 almas. — Allí, en una nave lateral, se veía toda la Guarnición francesa, esto es; cerca de 15,000 soldados. — En otra parte (en el hueco que mediaba entre dos pilares) se encontraban todo el Ejército Pontificio, compuesto en su mayor parte de irlandeses (arrogantísimos hombres) , y los Zuavos del Papa (creación moderna) con sus uniformes grises. — El resto lo ocupaba una heterogénea multitud , cuya mitad se componía de extranjeros. — Millares de inglesas, con los velos azules y verdes de sus sombreros echados sobre el rostro, asistían de pié al espectáculo, como simples observadoras. — Esta frialdad filosófica me hacia daño en aquellas mujeres tan lindas y de aspecto tan suave. — Por todos lados se veian moros , judíos , peregrinos católicos, graves alemanes de doradas cabezas, touristesde todo el gobio (Jussuf entre ellos), y, como fondo de este cuadro, el pueblo de 7íoí«a, ávido de emociones , cansado de ellas, con sus altivos rostros y su actitud humilde, preocupado tal vez con la idea del peligro que dicen que corre la Ciudad Eterna de dejar otra vez de ser la capital del mundo...

En las tribunas que había á los lados y en frente de la nuestra, encontrábanse la Reina Madre de Ñapóles y dos Hermanas y im Hermano de Francisco II, todos ellos vestidos de negro..., no sé si por el difunto Rey ó por el hundido Trono: la Reina Madre de España, doña María Cristina de Borbon, su Esposo y algunos otros españoles: el Príncipe Canino: las