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DE MADRID A NAPOLES

con bailarinas y con hermanas de la Caridad ; paseé por el bosque de Boloña y por el Jardín de Plantas; conocí al literato de reputación europea y al bohemio sin reputación; aproveché y exploté la locuacidad de todo el mundo, haciendo que me contasen su historia desde los cocheros que me llevaron en cabriolé hasta el centinela que volvió atrás con un c' est defendu, desde el que me vendió pomadas hasta el que me pidió limosna, desde la actriz hasta el mozo de café, desde el sabio hasta el obrero; y por la noche, ó en mis ratos de soledad, ó en mis escursiones al campo, me dediqué con afán á fundir tan diversos elementos, á convertirlos en sustancia moral y á darme cuenta del producto líquido que rendían mis múltiples observaciones, ó sea de la plata y de la escoria que resultan cuando se copela en un cerebro español cierta cantidad de vida de París.

Indudablemente, algún afán me impulsaba á esta febril investigacion, algo buscaba yo con tan vehemente anhelo en el corazon de la sociedad francesa. — ¡Oh! yo buscaba la verdad en medio de tantas farsas y mentiras; yo buscaba el por qué de las cosas, el objeto, el fin, el ideal de la vida moderna; la fé, la creencia, el interés supremo de la actual civilizacion; su eje, su polo, su término adorado... — ¿Y qué encontré? — Pronto lo sabreis.

Pero antes, bueno será que respiremos un poco aire puro; bueno será que os arranque por un momento de la mefítica atmósfera de las costumbres parisienses y os conduzca á otra etérea region en que él espíritu tienda sin recelo sus invisibles alas...

Esta digresion os proporcionará además la dicha de conocer á uno de los hombres más notables de nuestro siglo.


Fué, pues, el caso que habiendo encontrado en París á mi ilustre y antiguo amigo Jorge Ronconi, á quien debo las más profundas emociones que haya producido nunca en mi alma la música dramática y á quien toda Europa admira como á uno de los genios más poderosos que han aparecido sobre la escena, recibí un sábado una carta suya en que me llamaba á comer, con espresa recomendacion de que fuese vestido de ceremonia.

Ronconi es uno de los hombres de mejor humor que andan por el mundo: creime, por lo tanto, objeto de una de tantas bromas como nos hemos dado en su célebre carmen de Granada; pero, por lo que pudiera ocurrir, écheme una corbata blanca en el bolsillo, y acudí á su casa á la hora de cerner.

El esposo de María di Rohan me aguardaba sentado ya á la mesa , y vestido de etiqueta rigorosa, aunque no tenia más convidado que yo.

Era indudable que pensaba llevarme á alguna casa luego que comiéramos.

No una vez sola le rogué me dijera de qué se trataba; pero no me lo quiso declarar. Hablóme , sí, de que me esperaba una gran sorpresa; y de este modo trascurrió la comida, y salimos á la calle.

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