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DE MADRID A NAPOLES

cuyos rugidos, cuyas palpitaciones hacen temblar á esta comarca! — A mí me horroriza tanto más aquella leve enseña de un poder tan formidable, cuanto que he pasado parte de la noche leyendo á Plinio el Joven y meditando horrorizado en la destrucción de Herculano y de Pompeya: es decir; que la idea del Vesubio no tiene en mi imaginación una forma amiga, sino enemiga y espantosa. — ¡No, yo no vengo á admirarlo: vengo á contemplar los cadáveres de sus víctimas!

Hemos doblado el Cabo Miseno... Estamos dentro del Golfo... — ¡Espléndido, sublime, indescriptible espectáculo! — Todavía no vemos á Nápóles: para ello tendremos que doblar la Punta de Posilipo; pero ya descubrimos, en un lado, la Bahia de Baia, formada por la región que lleva el nombre de Campi phlegrœi (campos ardientes) , escenario mitológico en que se encuentran la Stigia, el Acheronte, el Cocyto, los Campos Elíseos, el Tártaro, el Letheo, todo el mundo plutónico..., y, en otro lado, el vasto semicírculo trazado por la especie de Península de Salerno, donde se hallan todos los pueblos que cité antes. En medio, se ven las dos ciudades muertas, Herculano y Pompeya, y las que las han reemplazado á poca distancia, y Pórtici, y la Torre del Greco, y cien otros pueblecillos, escalonados (¡qué horror! ¡qué temeridad!) á la falda misma del Vesubio.

¡El Vesubio!.. — Ya se le descubre completamente: ya impone y aterra su plomiza mole piramidal, cuya base es de lava, cuya cúspide es de ceniza , cuyo corazón es de fuego y sobre la que ondea incesantemente una columna de humo que se ennegrece ó se enrojece por intervalos.— ¡Ah! yo pondré mi pié sobre tu frente, Demonio de los montes... Pero, en aquel instante, ten piedad de mi! ¡Yo quisiera recordar, durante algunos años, que hubo un dia en que hollé tu cumbre incendiada, como hubo otro en que pisé las cumbres de hielo del Mont-Blanc!

Doblamos al fin la punta de Posilipo...

¡Nápoles! ¡Nápoles! — Hé aquí toda la ciudad, levantada en anfiteatro sobre el trasparente golfo, retratándose en él , coronada de torres, por detrás de las cuales asoman nuevas colinas, cubiertas de laureles, de vides, de naranjos y de limoneros: hé ahí la gran colmena, rechnada en escalonados montes, llenos de Jardines que festonean de flores y verdura los Palacios y las Iglesias. Aquí, en el mar, millares de barcos de todas las naciones , el histórico Castillo dell' Ovo, las alamedas del Muelle de Chiaja , los bosques de Villa Reale, las encantadas alturas que esconden la Tumba de Virgilio, el Muelle de Santa Lucia, el Puerto Militar, el Castillo Nuevo: allá arriba, el formidable y célebre Castillo de San Telmo: más allá aún la Cartuja, que domina tocia la Ciudad... — ¡Esa es Nápoles; la sirena Parténope; la cortesana griega; la antigua esclava de Aragon y de Castilla !

La capital, propiamente dicha, tiene una legua de extensión de Norte á Sur y media legua de Este á Oeste; mas, comprendiendo los Barrios que de ella dependen , mide seis leguas de circunferencia. — En este espa-