cío pulula medio millón de liabitautes; pero es tal la animación, el ruido, el movimiento que se nota al entrar en el Puerto, que se creerla uno llegado á una capital de dos millones de almas.
Un sol ardiente (y estamos en enero, y son las ocho de la mañana); un aire tibio y perfumado, una mar azul y reluciente como un espejo; árboles sin cuento, verdes ó floridos , brotando por todas partes , desde la orilla del mar hasta la cima de los montes , entre las casas y sobre los templos; una alegría, una hermosura, una trasparencia infinita en el cielo; una diafanidad sin igual en el ambiente; un océano de luz; una riqueza prodigiosa de colores intensos, brillantes, espléndidamente combinados, dan á Nápoles un aspecto riente, jubiloso, mágico, seductor, irresistible. Al verlo, diríase que se asiste á una fiesta pagana en que los hombres y la naturaleza han confundido su regocijo, se han dado un beso de supremo deleite, se han entregado desaforadamente al goce de la vida, y se han jurado eterna juventud, perdurable primavera.
Ver á Nápoles y después morir... — ¡Oh! sí: hay en este cielo; hay en este aire; hay en esta luz una superabundancia tal de vida; tal lujo de pasión, tal exuberancia, tal focundia, que el corazón se ensancha, qu la sangre chispea , que las lágrimas acuden A los ojos; que se tiembla de amor á la existencia ; que reconoce uno que nunca ha vivido tanto; que quisiera morir antes que volver al frío y desmayado mundo que ha conocido en otras partes.
No sé si es que el Volcan centuplica la vitalidad de esta comarca con sus efluvios ardientes; no sé si es que la estructura del Golfo, resguardado de todos los vientos , lo ha convertido en un refugio encantado , en el cual han establecido su imperio las rosas de abril , portadoras de la fecundidad: no sé si es que las divinidades de la antigua Grecia, los dioses protectores del amor, de la abundancia y de la hermosura, siguen considerando esta parte del mundo como su m:msíon favorita: — lo que puedo decir es que el aspecto de Nápoles y su influencia en quien lo mira hacen comprender los parasismos de felicidad, los éxtasis y los deliquios de todos los paraísos imaginados por los poetas.
Si bello era Nápoles, visto desde el Vapor, interesante y bellísimo es después que se salta á tierra , y arrebatador y hechicero cuando se llevan, como llevamos nosotros, cuatro días dentro de sus muros.
Yo no conozco ciudad más alegre, más animada, más bulliciosa, más