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Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/619

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DE MADRID A NAPOLES

bles, y algunas negruzcas peñas, que salen de trecho en trecho, al molo (le garrosas rótulas del esqueleto del Volcan.

Cinco minutos después, se nos nubla el sol, y sentimos que llueve sobre nosolros. — Pero ni llueve ni el sol se ha nublado. Es que nos hallamos á la sombra del humo, el cual, después de levantarse á una grande altura, vuelve á caer en la dirección del viento, como una ondulante pluma. — En cuanto á la lluvia, es ceniza que se escapa de los pulmones del gigante.

Por lo dema's, el horizonte sonrie en torno nuestro. — Sólo á nosotros nos domina el horror y nos cobija la sombra.

Ya empezamos á pisar fríos y parados torrentes de antigua lava, cuyas olas, retorcidas y tronzadas, parecen la cabellera de Medusa.

Los caballos no pueden seguir... La pendiente, que ya era insufrible, llega ahora á los cincuenta grados.

Echamos, pues, pié á tierra y despedimos á uno de los Guias con las cabalgaduras. — Para descender, no se necesita auxilio. Ya ensayamos en Suiza la manera de bajar cuestas empinadas. — Igual haremos hoy. — Nieve ó ceniza, lo mismo es para el caso.

Ahora: para subir (y son muy pocos los que suben por este lado), se emplean tres sistemas, que son: 1.° atarse á la cintura una cuerda, de la cual lira un Guia, que sube de espaldas delante del viajero, mientras que otro le empuja por detrás; 2.° sentarse en una parihuela y dejar todo el trabajo á los dos Guias; y 3.° subir uno por su pié, como si fuera Guia y no viajero.

Nosotros hemos adoptado el último sistema, que, si bien más fatigoso que los otros dos, si bien penosísimo, si bien insoportable, es en mi concepto el más seguro, pues no va uno pendiente de la destreza ó de la buena voluntad de sus prójimos.

Pero (lo repito) semejante ascensión es irresistible. A cado paso tenemos que detenernos, faltos de respiración; y, si nos detenemos mucho, húndese la ceniza bajo nuestros pies y atrasamos lo adelantado...

Ya dejamos debajo de nosotros arroyos de lava líquida, cuyas espumosas escorias causan horror, y cuya marcha silenciosa y lenta sólo puede compararse á la del tiempo, que mata cuanto toca.

Afortunadamente , fluye poca cantidad y se enfriará y solidificará antes de llegar al pié del Monte; pero no por eso me arredra menos su actividad destructora. — Mucho antes de llegar á una peña, la calcina: cuando la invade, la reduce á polvo. Todo se funde y se aniquila en torno de ella. — Venenosa lengua del Dragón horrible, no puede lamer sin matar.

La parte sólida del Vesubio, el verdadero Monte, concluye en esta región por donde se desborda la lava en negros chorros, que por la noche son rojizos.

El tercio de cuesta que subimos ahora se llama el Cono de cenizas.

Es una mole blanquecina de ochocientos metros de altura, formada