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EPÍLOGO


DE NÁPOLES Á MADRID

Llegó el momento de regresar á la distante pátria. — Es decir: Tenemos que desandar en algunos días el camino que hemos andado en cinco meses.

Con igual rapidez habré de relatar este viaje de vuelta; pues mi Libro de memorias no contiene en este punto sino algunas fechas, algunos nombres y tal ó cual brevísima nota.

Helo aquí todo, literalmente copiado:


Nápoles, 22 de enero


Son las cinco de la tarde.

Dentro de unos minutos me habré embarcado para ESPAÑA.

Sin embargo, no iré por mar directamente, en busca de alguno de sus Puertos; sino que costearé la Italia desde aquí hasta Génova, tocando en Civita-Vecchia y Liorna, y luego emprenderé el camino de tierra, por el Mont-Cenis, París y Bayona.

En el momento de dejar á Nápoles (donde he permanecido otros tres inolvidables dias, después de nuestra excursión al Vesubio), recibimos la noticia de que la Escuadra francesa se marchó anteayer, dejando libre el mar á los buques sardos, y de que Gaeta se halla en vías de rendirse.....

¡Ha terminado, pues, el antiguo Reino de las Dos Sicilias!

Pero el vapor Carmel nos espera — ¡Partamos! — Y, al partir, démos un adiós del alma á esta región encantadora, á este cielo de amor, á este golfo cristalino.....

«Ver á Nápoles..... y morir..... » — «¡No! — ¡Ver á Nápoles y volver.....» — Hé aquí lo que yo exclamo al separarme de su costa.

¡Volver á Nápoles!..... — Dios me permita cumplir este deseo, realizar esta esperanza.