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DE MADRID A NAPOLES

entre dos filas de parisienses poseídos de una fria curiosidad, y que no veian en la extraordinaria mujer que dejaba en triste duelo á la sociedad española sino á la hermana de la mujer de Napoleon III.

Esta fúnebre ceremonia y el concierto de Rossini fueron las dos únicas escenas que presencié en París con afectuosa emocion y simpático sentimiento. — Todo lo demás que me salió al paso, por desconsolador y horrible que fuese, solo me produjo indignación, desden ó miedo. — Y es que en París llega á tanto la presuntuosa soberbia del hombre, que sus mayores males no os causan compasión, sino que veis en ellos un castigo merecido, como hs plagas que nos refiere la Escritura.


VIII
LA RIGOLBOCHE, GARIBaLDI Y OTROS NÚMENES. — EL ÁRBOL TKASPLANTADO. — EL HUMANISMO.


Llevaba ya cuarenta y tantos dias de permanencia en París, y, como liabreis notado, sus maravillas y placeres iban depositando en el fondo de mi alma una hez de disgusto y amargura, cuyo origen adivinaba algunas veces y otras se me ocultaba.

Yo no podia desconocer que París era el pueblo mas divertido del mundo; que en él no se carecía de nada... cuando se tenia dinero; que el gobierno era un verdadero padre de los ciudadanos que aspiraban á ser ricos, y que estos vivían tan libremente bajo la ley del llamado déspota que habitaba en las Tullerías (con tal que no contradijesen el menor de sus antojos) como las tribus sin casa, ley. Dios, ni vergüenza que vagan por los desiertos...

Yo había visto el mayor orden y la más admirable policía en todas partes; la prevision y la exactitudresplandeciendo en todas las cosas; el rigor legal y la igualdad filosófica nivelando en teoría á todos los individuos, y la paz, la limpieza, laabundancia, el placer y el negocio resultando armónicamente de una sabía combinación de treinta y taatos millones de egoísmos.

Había admirado además los establecimientos de beneficencia civiles y militares, oficiales y privados...

En el Hotel de los inválidos, por ejemplo, había visto convertidos en unos berdaderos prevendados á los que se inutilizaron en defensa y gloria de la patria..., y casi divinizados á los pocos y decrépitos veteranos que aun quedan del primer imperio..., — advirtiéndose en lo uno y en lo otro más el orgullo nacional que la caridad cristiana.

En los Hospitales me había sorprendido el lujo, el bienestar y el cuidado que rodea á los míseros enfermos..., los cuales creían encontrarse allí por derecho propio, y pedían misericordia en el mismo tono que se invoca el cumplimiento de un artículo de la Constitucion.