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DE MADRID A NAPOLES

tierra. Tambien consiste muy principalmente en las vicisitudes de aquel Estado, que en lo que va de este siglo ha sido ya dos veces francés, sin haberse podido llamar nunca verdaderamente italiano, Consiste además en el olvido en que el próspero Piamonte ha tenido siempre estas montañas, cuna de su nacionalidad y de su dinastía, — que allí son una misma cosa. Consistente por último en la índole apocada de sus actuales hijos, y tal vez en la falta de grandes hacendados ó industriales, razones ambas por las que no se aprovechan en fábricas y otras industrias tantos saltos de agua y tantas primeras materias como se encuentran en aquellos salvajes montes.

A poca distancia de Annemasse, distinguimos á lo lejos, al pié del azulado Jura, el precioso pueblo de Mornex, en donde pasa el verano la gente acomodada de Ginebra.

Aquel era como el último suspiro de la vida social, del movimiento europeo, de la brillante civilización, que aún no ha penetrado en el corazon de Saboya.

En adelante sólo vimos castillos en ruinas, míseras aldeas que nos parecian despobladas, sendas que no pisaba nadie, prados en que no pacía ganado alguno...

Hubiérase dicho que la Saboya era una casa deshabitada, de donde había salido el antiguo morador, y en la que no habia entrado todavía el nuevo inquilino.

Y para mayor melancolía, el antiguo morador se habia dejado olvidada alguna Cruz de Saboya, ora en un porche que fue portazgo, ora en una casa que fue alcaldía, ora en el escudo de armas que adornaba la fachada de una iglesia...

En cambio, encontrábamos á veces, á la entrada de míseros pueblos, ó en los mas selváticos parajes, algunos arcos de triunfo, construidos con ramas y flores, y adornados con banderines franceses...

Por debajo de aquellos arcos habian pasado pocas semanos antes Napoleón y Eugenia, de camino tambien para el Mont-Blanc.

Pero ya empezaban á caerse, deshechos por el viento y por la lluvia de los últimos temporales. — Las flores y las ramas estaban secas. — Las banderas yacían por el suelo. — Todo esto era triste como los salones en que ha habido baile, vistos á la mañana siguiente y con la luz del sol.

Al pasar nosotros bajo uno de aquellos arcos, el mayoral tarareó vagamente un canto parecido al Ranz des Vaches de los suizos, y parecido tambien, sin que esto sea ilusion mia, al canto que Pierotto se acompaña con la gaita en Linda de Chamounix.

¡El mayoral era saboyano!

No bien lo supimos trabamos con él convesacion.

Era el momento de aprender más historia y más política que enseñan los libros y los periódicos, y nosotros necesitábamos saber á qué atenernos respecto á la anexion de Saboya á Francia por medio del sufragio universal.