sienten cada vez mas su superioridad sobre el profanum vulgus cuando oyen que la boca del hombre del pueblo tropieza en un grupo de consonantes difíciles. Mejor, por cierto, seria si los académicos chilenos por lo ménos tratasen de pronunciar completamente los sonidos que son reconocidos como castellanos, las ll i s, en vez de gastar su fuerza en sonidos superfluos. ¿Habrá algo mas ridículo para un verdadero madrileño instruido que una frase como «la subscripcion a aquieyoh diaarioh no me guhta?» ¿Quién no conoce tales frases en boca de literatos?
Escribamos como pronunciamos; pero pronunciemos exactamente, sin agregar ni suprimir sonidos.
IV
Lo que se necesita por ahora, lo repito otra vez, es conservar los progresos ya alcanzados. No seria injusto, tiránico, sino razonable i lójico, que el gobierno de la República impusiera como norma invariable a todos los establecimientos de enseñanza pública la conservacion de la ortografía americana. No falta mas que ponerse de acuerdo sobre algunos pocos puntos dudosos, sobre todo en la acentuacion. La base para una acentuacion ha de ser meramente práctica; lo rije todo la claridad; es malo todo lo superfluo.
En materia de ortografía propiamente dicha, seria conveniente conservar por ahora lo que tenemos, i mas tarde continuar lentamente en el camino una vez comenzado, suprimiendo las pocas dificultades superfluas, que todavía hai sin necesidad alguna; por ejemplo, suprimir la h, completamente superflua, como lo hicieron los italianos; escribir s en vez de c ántes de e i, para que quede para la c únicamente el sonido de k; suprimir la distincion no reconocida por la pronunciacion de ningun pueblo castellano entre b i v i algun caso mas. Con esto se alcanzaria en pocos decenios la ortografía ideal, i evitaríamos a nuestros niños muchas horas de trabajo infructuoso, que podrian dedicar a estudios mas provechosos.