que deshonra mis canas y ahonda mis arrugas, echándose, como un loco, entre los brazos de la primera condesa que le hace la corte, ¡Se lo juro á Ud., señora!
La rolliza muchacha, ya del todo despierta, con el pecho redondo y poderoso fuera de las sábanas, miró al periodista; miró en seguida al escultor, y soltando una carcajada que dejó ver sus dientes blancos y cuadrados, dijo á su compañero de lecho:
— ¿Tu padre? ¡Pero si es más joven que tú, hombre!
— Y más bello, ¿no es cierto?
Robert seguía bromeando, pero su vanidad sentía se halagada por la frase de esa desconocida, y un sentimiento muy hondo llenaba de orgullosa alegría todo su corazón.
Plese echó de ver la dicha pasajera de su amigo, cuando éste se acercó al lecho llevando en las manos las prendas de vestir de la chica, para que ella no tuviese