fumando el mismo cigarrillo y dirigiéndose palabras tiernas, las dos amigas se embriagaban de alcohol, de luz y de amor, con una inconsciencia de cortesanas profesionales.
Al lado de ellas, una infinidad de mujeres pintadas y de hombres medio borrachos, bebían, gritaban, acariciábanse, preparaban planes lascivos para ejecutarlos algunas horas después, y discutían, en voz alta, sobre el precio de un beso ó de una noche.
A cada instante veíase entrar una nueva pareja o un nuevo grupo.
La atmósfera ardiente estaba cargada de perfumes fuertes y embriagadores, entre los cuales sobresalía el olor de la carne femenina, de la carne amorosa y limpia, ese olor tan especial y tan variado, suave y acre á la vez, olor de morena, olor de rubia, olor de piel madura y de piel adolescente; olor de cuerpo frío, de cuerpo vertiginoso; olor de cabelleras y de brazos; moléculas penetrantes de verbena,