aventura duraría algunos meses, lo mismo que todas las aventuras juveniles, y que terminaría sin dejarle ninguna herida profunda en el corazón. Los meses pasaron, sin embargo, y luego pasó también un año, al cabo del cual Llorede no era ya el hombre que despreciaba á las mujeres, sino el esclavo rendido de una mujer.
En realidad, Carlos había sido siempre un ser débil, sensitivo y orgulloso, sin ninguna verdadera ro bustez moral. Degenerado, como casi todos los artistas modernos, no á causa de las condiciones atávicas de su naturaleza, sino por culpa de la vida contemporánea y de la evolución de su propia personalidad en el medio ambiente de la existencia literaria de París, sus cualidades enérgicas habíanse atrofiado de un modo precoz é insensible, en beneficio de sus gustos refinados. La idea del mundo real confundíase en su cerebro con la idea artificial de un orbe fantástico, y de esa mezcla de visiones