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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/204

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que sin grandes esperanzas de verdadero placer, y deseando solamente no dormir en su alcoba desolada con la sombra del amor muerto, dejóse seducir por una vendedora de caricias que le ofrecía, en la puerta del café de Montmartre, la mitad de su cama y toda su belleza, á cambio de una pieza de oro. Esa noche Carlos durmió bien, después de haber gozado realmente, como un animal rijoso, entre los hábiles brazos de su compañera. Al abrir los ojos, muy de mañana, experimentó, sin embargo, una melancólica congoja, cual si el acto que acababa de cometer hubiera sido la suprema profanación de su amor por la marquesa; y sin dirigir la palabra á la pecadora, que dormía aún, marchóse precipitadamente jurándose á sí mismo, como todos los artistas exasperados, que en el porvenir se refugiaría en el trabajo y no buscaría el olvido de sus penas sino en la producción literaria.

«¡Trabajaré!» —se dijo.