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Y trabajó, en efecto; pero no sin asociar la imagen de la Muñeca á su labor. Sabiendo que Liliana leía el Gil Blas, el Fígaro y el Eco de París, colaboró de preferencia en esos periódicos. Sin confesárselo á sí mismo con franqueza, trabajó, pues, para «ella», escogiendo, al hacerlo, las frases que más podían gustarle, las imágenes que más seductoras pudieran parecerle, los asuntos que mejor halagasen su gusto femenino. Trabajó con pasión, encontrando en esa correspondencia indirecta, un alivio á sus males sensitivos.