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XXIII
Hacía dos semanas que la Muñeca llevaba, según su propia expresión, «una vida de anacoreta», acostándose siempre sola y siempre temprano, levantándose muy tarde, leyendo poco y no saliendo casi nunca de su casa. Algunos amigos iban á visitarla diariamente, pero «sólo á visitarla». La misma Margarita tenía que marcharse después de comer, porque Liliana la había dicho con franqueza que deseaba pasar sus noches en la más completa de las soledades.
Admirada de su casta carencia de deseos definidos, la marquesa llegó á figurarse, en ciertos instantes de tranquilo