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Página:Del amor, del dolor y del vicio.djvu/238

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demente. Así somos todos: sabemos dar cuerdos consejos á los demás y no guardamos para nosotros sino los razonamientos delirantes»... Luego su imaginación percibió, en las lejanías del Futuro, la vida atormentada de Robert envejecido antes de tiempo, siendo el esclavo de una mujer sin sentimientos y sin escrúpulos, cuyo perfume lascivo había convertido ya al fuerte luchador del pensamiento moderno en una bestia instintiva, hambrienta de carne joven y de sabios besos. Ante ese miraje lamentable, su propia soledad, amargada por el recuerdo palpitante de Liliana, aparecíale como la más bella de las existencias.