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XXVI
Durante algunos días, Carlos siguió consolando sus íntimas penas con la idea de las penas que esperaban á su amigo en la vida matrimonial. «¡Casarse con Margot!» Llorede no comprendía cómo Robert había llegado á tal extremo de aberración pasional. «La lucha de ese hombre —decíase—, la lucha interna contra los prejuicios sociales, contra las ideas de casta y contra el orgullo nativo, debe de haber sido espantosa... Todo en él debe de haberse rebelado contra un matrimonio semejante, y, sin embargo, ciego al fin, y vencido por la carne, ha hecho la voluntad de la lujuria... ¡oh, la