emordimientos. El recuerdo de sus penas amarga mi alegría. ¡Pobrecillo!
— ¿Tú eres de los que creen en el amor de los hombres?
Y, luego, enternecida:
— Ya se habrá consolado con otras.
— Sí; naturalmente. Un hombre de su edad, guapo y famoso como él, dispone de mil elementos de consuelo... Se consolará ó se habrá consolado, no hay duda... Sólo que el consuelo es siempre triste, puesto que supone un sufrimiento anterior. Un hombre que se consuela es como un hombre que se cura de una enfermedad: el recuerdo del mal subsiste siempre... Y lo curioso es que, á medida que pienso en mi mala acción, dudo más y más de haberla cometido por el cariño que le tenía á él y no por el odio que sentía contra Margot. ¡A cuántas tonterías nos obliga el amor!... Tú eres la más feliz de las mujeres, gracias á tu carácter variable.
Liliana sonreía melancólicamente.