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No nos haga la guerra, que podemos hacer mu- cho bien estando de acuerdo. Por mi parte, no hago caso de sus recriminaciones, porque creo que ellas se deben a su celo por la educación, y por eso lo perdono.

Erigiéndonos, por nuestra parte, en jueces de campo del hermoso torneo, ¿no es el caso de decir que Sarmiento y María Sánchez de

Mendeville eran digno rival el uno del otro?

VIH

Un médico de almas, eso fué, como vimos en una de las manifestaciones más simpáti- cas de su carácter, María Sánchez de Mende- ville. Y, debemos añadir, no un médico cual- quiera y adocenado, sino el grande y profun- do clínico, que, por haber cursado estudios completos en la escuela práctica del dolor y

en la universidad del infortunio, sabía bien