uno, en quecoinciden enteramente: su vocación y abnegación patrióticas. Los azares de la vida lleváronlas a ponerse en contacto con los hom- bres públicos y los escritores más notables de sw tiempo ; obligándolas asimismo a intervenir en hechos históricos de real trascendencia. Misia Mariquita conoció y trató a San Martín y Al- vear, a Rivadavia y Guido, a Lavalle y Rosas; doña Carmen cultivó la amistad de Sarmiento y Vélez Sársfield, de Alsina y Roca, de Rawson y Pellegrini. La primera, respiró el ambiente literario y aspiró el incienso laudatorio de Echeverría, Alberdi, Florencio Varela y Juan María Gutiérrez, cuyas obras estimuló con su «aplauso ; la segunda, fué amiga alentadora de Guido Spano, Andrade, Wilde y Juana Ma- nuela Gorriti. ¿Qué mucho, si por haberse vis- to forzadas a compartir el peso de graves asun- tos públicos y por haber tenido que apurar, en más de una ocasión, el cáliz de amargos sinsa- bores, se aplique a ambas, al asociarlas en el
título de un libro, el calificativo de «< ilustres »,