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ligiosas, prefería practicar el culto en obras, antes que en palabras :
Yo pienso — escribe al director de un colegio — que lo que necesitamos son madres de familia que sean industriosas, que crien sus hijos cristia- nos, pero activos. Se puede orar lavando, plan- chando, cosiendo, cuidando sus bijos: en suma, yo quiero religión en acción. No quiero esas mu- jeres que hacen consistir la religión en estar ocio- sas, rezando todo el día. ¿ Qué sería el mundo, si no hiciéramos sino meditar ? Yo veo que Dios no descansa en sus obras. Desde el más pequeño in- secto hasta el animal más grande no están cons- tantemente durmiendo o reposando... ¿ No es esto una lección permanente que debemos imitar ?... No se imagine usted que no elevo yo mi alma a Dios sin cesar; pero las madres de familia tie- nen grandes deberes, y es preciso llenarlos con prudencia... Todo esto es sólo para usted, confiada en su discreción y prudencia.
Y para la historia, agrego, por mi parte, que no puede ineulpar a María Sánchez de Men- deville, por el hecho de acogerse a la propia
