— 187 —
tar tal supuesto. Es más aún. Cuando con un conocimiento suficientemente amplio de todos los hechos y factores individuales o me- sológicos que han concurrido a formar la tra- ma íntima de los sucesos de nuestra historia, se considera y estudia ese casamiento, uno se siente hasta tentado de imaginar la existen- cia de algún agente o poder superior que lo hubiera concertado ex profeso con un fin prede- terminado y transcendente. Pero no antici- pemos los sucesos, como suelen decir los novelistas, y, limitémonos, por ahora, a ob- servar que, de los dos jóvenes desposados, el que, al dar ese paso decisivo en la vida, más independencia de carácter demostraba y va- lentía mayor para sobreponerse a, poderosos prejuicios reinantes era la novia. A través de los sesenta años que nos separan ya del am- biente porteño de entonces, y del cambio pro- fundo por él sufrido en ese intervalo, no es fácil comprender, ni tampoco medir, el grado de valor moral revelado en su decisión por