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completa de las almas, de que hablábamos antes, no existió, no pudo existir entre los desposados desde el propio instante en que se cambiaron para siempre los anillos nup- ciales, es algo para nosotros punto menos que axiomático, como lo es, asimismo, que si el hecho llegó pronto a producirse debióse principalmente a la acción ejercida por la esposa sobre el esposo, antes bien que a la de éste sobre aquélla. Dando por sentado, pues todas las circunstancias autorizan a suponer- lo, que ambos jóvenes fueran a la boda dul- cemente embriagados con el néctar divino del amor, milagro y muy grande habría sido que hicieran excepción casi única a las leyes afectivas del caso. Nadie, tal vez, como Emer- son, las ha visto con mayor penetración de mirada, ni pintado con las tintas de una pale- ta más rica en matices. Recordaréis, sin duda la hermosa página. Después de describir, con colores abrillantados, la sublime poesía de la pasión amorosa y los exquisitos transportes