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caudillo López Jordán, o la otra ocurrencia de tomar como blanco de tiro las paredes de un colegio nacional en construeción para probar la eficacia mortífera de las primeras ametra- lladoras llegadas al país, — Sarmiento, deci- mos, puede servir de ejemplo para ilustrar y apoyar la aseveración. Él mismo lo compren- día más de una vez, y, al experimentar el sensible vacío, buscaba la tibia atmósfera fa- miliar del doctor Vélez Sarsfield, de don Ma- nuel Ocampo o del hogar de su joven amigo, el doctor Avellaneda, siendo uno de los ínti- mos del saloncito de misia Carmen, hasta quien llegaban, así por esa visita como por las de otros clientes o admiradores del doctor Avellaneda, las salpicaduras y contragolpes de la política (1). Es fama que, cuando el pre- sidente deseaba verse libre de alguna persona,

(1) La general despreocupacion reinante entre nosotros para, la guarda de papeles ha sido cansa de que sólo se conserven tres cartas escritas a misia Carmen por el au-

tor de Facundo. En cambio, existe en poder de la familia un ejemplar de esta obra, magníficamente eucuardernado,