Página:Dellepiane Dos patricias ilustres.djvu/266

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tificado, sin duda, con ese objeto, por quien deseaba impedir la partida, se opuso rotun- damente a la de su mujer, esperando, por ese medio, forzar a la madre a desistir del viaje. « Pues que quede el niño en la ciudad », fué la resolución de la señora. Y el niño y su no- driza, bajando del carruaje, fueron confiados en el acto a la guarda segura de doña Julia Nóbrega de Huergo, suerte de gemela sia- mesa de doña Carmen, en cuanto las dos her- manas porteñas — par nobile sororum, como las llamó su profesor de inglés Mr. Lewis — parecían unidas por las almas, como las otras lo estaban por los cuerpos, tanto era lo que se adoraban y servían entre sí no obstante hallarse situados, sus respectivos esposos, en los dos polos opuestos de la política.