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Hoy llegaron a casa de Lavalle varios jefes ar- gentinos que venían por su llamamiento. Cuando entré en la salita, me sorprendió la figura del co- ronel Vilela. Tiene una cabeza que podría servir de modelo a un pintor para un militar imponente; merecordaba esos de la Guardia Vieja de Napo- león. Lavalle tiene la afabilidad de una buena educación y la natural franqueza de un valiente. Así, recibía a los que se iban presentando con abrazos cariñosos y francos. Algunos de esos hé- roes tienen la apariencia de una suma pero digna pobreza. Yo miraba esta reunión de hombres, que parecían envejecidos más por la adversidad que por el tiempo, y pensaba que ellos dirían : «des- pués de tantos trabajos, tenemos que empezar de nuevo a conquistar nuestra patria y la libertad ».

He aquí otro cuadro de conspiradores que, a diferencia del anterior, está iluminado con vívidos toques de luz que lo alegran :

Marín me tomó la mano, y, con toda gentile- za, me condujo asu habitación, en donde estaban reunidos en intimidad. ¡Qué buen rato de aban- dono, de bromas y de patriotismo! Brindamos,