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ella

—¿De modo, le dije, que mis opiniones os van sirviendo para juzgar de mí?

—¿I qué mal habria en ello? me contestó con una sencillez encantadora.

Todo aquello, me humillaba indudablemente, pero ella era tan bella, i yo la amaba tanto, que encojiéndome de hombros

—Eva, la dije, usted no sabe, por mas que me sea tan superior en adelanto, cuánto puede el amor en una alma como la mía.

Al decir estas palabras, la espresion de la fisonomía de Eva, tomó un aire tal de dulce i sublime majestad que me impidió seguir adelante. Luego, con una calma propia solo de seres como ella, con una serenidad anjélica.

—El amor, me dijo, en una alma como la de Ud., está. sometido todo entero a las exijjencias del orgullo, por eso, es esclusivo i egoísta. Ame usted a Abel del mismo modo, i entónces será usted, feliz...

Yo no sé lo que pasó mi por alma en este instante, pues Eva, continuó en el acto:

—Así, como no comprende Ud. el amor indefinido, no comprende tampoco la felicidad indefinida. Dígame Ud., ¿no se sentiría Ud. mui feliz si pudiera estar siempre rodeado de seres a quienes amase tanto como Ud. dice amarme?

Si estando al lado de un ser querido, usted se siente felíz como uno, es evidente que al lado de dos seres queridos, su felicidad seria co modos,