DIARIO DE UNA COMEDIANTA 111
Va a cumplirse el XCIX aniversario de esta institución, que data de tiempos lejanos.
Me parece oír a Teha-Kovsky, director de los teatros imperiales, diciéndome antes de estos acontecimientos:
—El gran Guitry comenzó su carrera en nues- tra casa. ¡De lo cual nos envanecemos!
Nos resignamos con el corazón oprimido.
Puesto que el Teatro Miguel debe morir, que- remos que muera rodeado de hermosura, como el sol en el ocaso, y hemos elegido la Arlesiana-
Habíamos obtenido que la orquesta y los co- ros del Teatro María dieran realce a nuestra fun- ción.
Se levantó el telón ante una sala que vibraba emocionada, pues nuestra despedida enternecía a muchas personas.
La representación se dió a las once de la ma- fana, porque nuestros camaradas rusos han he- cho cuanto es preciso para que no se realice este acto. No obstante la hora matinal del espectácu - lo, la sala está llena.
Muchas personas, que ya no venían, que ya no se atrevían a asistir, y que ni aun a mostrarse en la calle se aventuraban, están presentes... De- trás del telón los contemplamos muy emociona- dos... Trabajo nos cuesta reconocerles bajo sus trajes deslucidos y con sus nuevas barbas. Se nota perfectamente que se han disfrazado.
