Este me aconseja que ponga en lugar seguro
mi dinero y mis joyas, y que haga mi maleta en
el caso en que se me aprehenda. Firmará lo que
le pido para mí y para mis camaradas mujeres,
pero no puede garantizarnos la libertad.
Y, maternalmente, la secretaria me lleva a al-
morzar con ella a la fonda que está en el piso
bajo; mientras se escriben a máquina los docu-
mentos que me son necesarios.
Por cinco rublos me sirven una sopa, incomi-
ble, una albóndiga, pasable, de carne con patatas,
y un vaso de café. Una graciosa mecanógrafa
comparte su ración de pan conmigo, y parece
aterrada de oír mi narración.
Al subir de nuevo, veo por fin a Lunacharsky
que habla por teléfono con Uritzky sobre mi
asunto, y según sus respuestas, comprendo que
hay una gran resistencia en el otro extremo de
fiesta su deseo de que se me deje en libertad; no
obstante, es preferible que no regrese a mi casa
al salir de la oficina. Aprovecho la oportunidad
para rogarle que firme un retrato suyo que llevo
conmigo. Accede con amable cortesía, y me
aconseja que no duerma en mi casa.
¡He aquí lo que ha sido de mi tranquilidad, de
mi seguridad y de la vida que llevaba, aunque
dificil; pero en la que a lo menos contaba con
una morada en mi soledad y con mis muebles!
Página:Diario Comedianta Francesa Bajo Terror Bolchevista.djvu/153
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