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nifestar mi contento. Estoy absolutamente sola en el salón de la Embajada. El rey, desde la tela de su cuadro, parece que me ve muy admirado; pero debe comprender y reconocer que soy lati- na, una mujer de su raza, que sabe expresar sus sentimientos.
A 25 de Agosto.
Esta mañana me despertó la música militar. ¿Qué sucede? Me precipito al balcón, y veo des- filar veinte músicos seguidos de veinte soldados. Hoy es el día señalado para que se presenten a servir todos los hombres de diez y ocho a cua- renta años. Me pregunto cómo tomarán los rusos esta broma. :
Cuando los bolcheviques les decían: «Ya n os batiréis, seréis ricos y felices», el pueblo com- prendía muy bien.
Hoy que estos mismos hombres les dicen: <Combatid contra el imperialismo, pero estamos desolados, porque no podemos daros pan», dudo mucho que el pueblo comprenda y sobre todo que acepte. ¡Es tan fácil para los rusos no hacer nada, seguir viviendo y morir de hambre!
Como a las doce del día se verificó el desfile general. Partió del Campo de Marte, con música a la cabeza. Iban allí personas elegantes (burgue- ses) y obreros. Todas las clases estaban represen- tadas en aquel desfile. Había hasta un oficial que