DIARIO DE UNA COMEDIANTA 173
preguntarán quién soy. Como en ese caso tendré que confesar que soy francesa y que no ocupo ningún puesto en la Embajada, seré detenida. La primera precaución que debo tomar es la de ocultar las huellas de mi estancia aqui. Con ayu- da de la doncella quito mi lecho, instalado en el salón; escondo la ropa en la chimenea, y hago desaparecer mis joyas en los jarrones de china; pero me inquietan estas notas escritas por mí diariamente desde hace dos años y en las que expreso, aunque sin rodeos, mi pensamiento,
Nunca se me perdonaría tal franqueza.
Si me encuentran estos cuadernos, estoy per- dida.
Me decido a llevarlos a la Legación danesa, que no está lejos de aquí. Hago con ellos un pa- quete al que agrego mi dinero, escondido antes en una gaveta reservada, de madera, que hay en la escalera de servicio; me parece más prudente ocultarlo en otra parte, porque el dvornik podría, desgraciadamente, quemar mis rublos al mismo tiempo que su madera.
En el camino encuentro al primer secretario, quien me aconseja que salga por las dependen- cias. Esto es lo que hago. Pero en el momento de franquear la puerta cochera, veo precisamen- te frente a mí cuatro soldados a las órdenes de un jefe.
Me di cuenta exacta de la situación; pero
