DIARIO DE UNA COMEDIANTA 57
Recuerdo que mientras estaba tendida en el piso del tranvía, mi gran preocupación era cui- dar las orejas del pequeño tigre de marfil de mi sombrilla.
El amigo a quien cuento esta impresión, me dice que es una forma muy conocida de la emo- ción, y añade que hasta del miedo; en los mo- mentos más peligrosos se piensa en pequeñeces.
Y protesté riendo:
—Yo llamo a eso, muy al contrario, sangre fría.
En el camino nos encontramos con la Guar- dia roja.
¡Ah! ¡La gran palabra, la palabra solemne!
En realidad, es una mezcla penosa de personas de toda clase, venidas de no se sabe dónde, ves- tidas, sobre todo, con trajes muy sucios, y que se divierten haciendo disparos al azar para produ- cir ruido. Van en grupos de cuarenta a cincuen- ta, sin orden y hablando muy alto.
No impresionan. Dan compasión y tenemos gran cuidado para evitar su encuentro,
Ahora ya salgo de la zona peligrosa, doy las gracias a mi caballero y tomo un isvotchik (coche de alquiler), porque los medios de transporte andan todavía ofreciendo sus servicios a dos pa- sos del motín.
Es un excelente negocio el que están hacien- do, porque nadie piensa en regatear.