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les interesa es el vino, el champaña sobre todo, e invariablemente tras de las escenas innobles de embriaguez siguen las violencias.
Un incendio se declaró ayer en la gran fábrica de Petrof, y se cuenta que, no obstante haber empleado una ametralladora para evitar el sa- queo de los sótanos, los bolcheviques se preci- pitaron al asalto de las botellas llenas.
Y en las calles cercanas comenzó inmediata- mente el deplorable tráfico.
Parece que el champaña ruso vale ocho ru- blos, y el vino seis.
Y así es como, para ganar unos miserables rublos, hombres y soldados que han presenciado las terribles batallas del principio de la gran guerra, aventuran, no su honor, que ya ni se menciona, sino una bala de revólver o de ame- tralladora.
Es trágica la historia de esta fábrica de Petrof.
La señora Petrof, al morir, la legó a sus hijos. Pero ella había legado también todos sus mue- bles, los objetos de arte y los cubiertos de plata, a sus servidores, quienes, al venderse todo esto, recibieron más de un millón, casi una fortuna para esos humildes.
Están ahora, por consiguiente, disfrutando de algunas comodidades, mientras que sus amos, los hijos de la señora Petrof, que heredaron la fábrica, ya nada poseen, porque ésta se incendió.
