DIARIO DE UNA COMEDIANTA Tr
Tal ejemplo es típico. El testamento de la se- ñora Petrof fué un hermoso acto de generosidad, que determinó la distribución de una gran suma como recompensa a servidores modestos.
Este nombre habría debido ser respetado por todos, y principalmente por los que se vanaglo- rían de tener un ideal comunista y piden el re- parto, a fuerza armada, de las grandes fortunas.
Aquella, por iniciativa propia, se adelantó a los deseos Je reparto forzoso.
Parece que precisamente por tal circunstancia, estos miserables, estos locos, se han dedicado a atacar. Y la fábrica de Petrof fué uno de los pri- meros edificios incendiados.
¡Pobre país!
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A 20 de Diciembre.
La vida está completamente desorganizada, y ya nada nos asombra. Lidia acaba de encontrar, perdido en el laberinto de las escaleras de ser- vicio, a un coronel francés, uno de mis amigos, que, estando para marchar a París, quiso despe- dirse de mí. En efecto, desde las seis de la tarde se cierra la entrada principal por temor de los salteadores y de los vagabundos.
No solamente los bolcheviques son de temer, sino también los individuos inclasificables que operan por cuenta propia, y que se hacen pasar como bolcheviques a fin de imponerse.