DIARIO DE UNA COMEDIANTA 87
No se firmará la paz separada. Pero la guerra ha terminado. Ya no hay guerra.
Alemania recite mal esta manera de obrar absolutamente nueva; y como respuesta se ha apoderado de Dwinsk y de Reval.
Los bolcheviques no se preocupan por esto, Los alemanes pueden entrar en todas las ciuda- des que quieran. Ya no hay guerra. La guerra no es sino una ficción.
¿Qué cerebros han concebido esta manera inaudita e inverosímil de suspender la lucha gi- gantesca?
Y Rusia, ¿a qué nuevas desdichas se expone con esta loca resolución?
Porque se presenta una espantosa interroga- ción, espantosa para todos los habitantes de la ciudad y particularmente para nosotros los fran- ceses.
¿Van a venir los boches a Petrogrado?
El ejército ruso está en plena derrota; cede en todas partes, y la gran contraseña de los bolche- viques, para los desdichados soldados que llenan los caminos al regresar, es:
«¡Pan y paz!>
Detrás de este alud de soldados que ya no se baten, sube el ejército alemán, seguramente nu- meroso y bien organizado, :
En ese caso, ¿qué haremos?
Todos tienen hambre aquí. Cada uno es acree-