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dor a un ínfimo trozo de pan para dos días; natu- ralmente, es devorado el primer día. Y ¡qué pan! ¡Negro, pegajoso, amelcochado!
Ante las tiendas, en todas las calles, se forman largas filas de personas heladas de frío que se alinean para esperar la piadosa pitanza; todos desean ser los primeros en recibirla, porque nunca hay suficiente para distribuir a los que esperan.
Y sin embargo, hace un momento, acabo de comer muy cómodamente en una fonda de moda, todavía abierta, como tantas otras. Cierta- mente que la cuenta fué muy elevada, pero nada faltó... Excelente cocina, bajo la dirección de un cocinero francés, Presentaron vinos de Francia. Se veía un lujo excesivo y trajes verdaderamen- te suntuosos.
Entre los comensales se me indicó a dos ricos improvisados. No es preciso insistir sobre el ori- gen de su riqueza. Disfrutan groseramente de su dinero y despilfarran en comidas extraordinarias.
Observo sus rostros desagradables y sospe- chosos.
Varios de esos individuos son bolcheviques notorios, que a su vez quieren vivir la vida lujosa.
