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plano de un recodo de la orilla izquierda del río Callacalla, que le baña sus costados del nordeste, norte y oeste. Sus calles corren principalmente de N. á S. y E. á O., formándole manzanas desiguales en tamaño. Á la parte del poniente, más inmediata al río, tiene una plaza cuadrilonga en que desembocan ocho calles y que da frente á su iglesia parroquial y casas de la Intendencia y de otras oficinas públicas. Posee además otras dos iglesias católicas y una protestante, un liceo de segunda enseñanza y cuatro escuelas primarias gratuitas, oficinas de registro civil, de correo y telégrafo, un regular hotel y posadas, clubs sociales y algunos establecimientos de beneficencia é industriales; siendo de importancia sus fábricas de cerveza, destilación, curtidurías y otras. Es de planta pintoresca, con vistas hermosas sobre el mismo río y la frontera isla de Valenzuela y sobre las campiñas y las alturas cubiertas de bosque que la rodean. Se comunica con el puerto de Corral por el mismo río y bajándolo y subiéndolo con poblaciones del oriente hasta Quinchilca, como asimismo con las del norte por su afluente el de Cruces y con parajes del sur por el de Futa. Fundóse esta ciudad, la quinta en antigüedad, por el Gobernador Pedro de Valdivia en febrero de 1552. Á principios de 1554 fué abandonada á consecuencia del alzamiento de los araucanos, causado por la muerte que acababan de dar á Valdivia. Repoblada después tuvo el titular de Santa María la Blanca y el de Dulce Nombre de María de Valdivia y adquirió algún incremento. Quedó casi destruida en el terremoto del 16 de diciembre de 1575 que, según carta del Gobernador, fué «tan grande que en un momento derribó las casas y los templos de cinco ciudades, que fueron la Imperial, Ciudad (Villa) Rica, Osorno, Castro y Valdivia»; pero repuesta pronto de este daño llegó á tomar notable importancia, y de ella dice por el año 1595 el cronista Lovera «que tiene el segundo lugar en todo el reino». Mas después de la infausta sorpresa y muerte del Gobernador Loyola en Curalava, los arráncanos la tomaron en la madrugada del 26 de noviembre de 1599 y la redujeron á cenizas, llevándose de ella un botín considerable y muchas cautivas. Entonces contenía 450 casas, algunas de ellas de dos pisos, una suntuosa iglesia parroquial con la advocación de la Virgen del Rosario, conventos de San Francisco y de la Merced, casa de gobernación, una mediana casa de moneda en que se acuñaba el oro que se extraía en abundancia en sus términos, &c. En ese estado de ruinas y despoblada permanecía al arribo de la expedición holandesa que entró en la bahía el 24 de agosto de 1643.[1] Su comandante Elias Harck

  1. Esta expedición salió de los puertos de Holanda y tocó en Pernambuco; de aquí partió para Chile, vía cabo de Hornos, el 15 de enero de 1643, se detuvo en la entonces desierta bahía de Ancud (Puerto Inglés, véase), donde murió su general Enrique Brouwer, y en seguida se dirigió á Valdivia. Constaba de las naves Amsterdam, Concordia (Eendracht), Vellocino (Vlissingen), Naranjo (Orangieboon) y el yate Delfín, que montaban 34 cañones de bronce y 58 de hierro. Venía con el proyecto de