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cuerpo, y estando su Rector bien satisfecho del aprovechamiento de Rodríguez en esta Facultad, por las muchas ocasiones que le oyó discutir con distinguido acierto sobre diversas materias, en cuyas sesiones justificó su adelantamiento. Luego que recibió este grado, se opuso a las cátedras de Instituta y Decretos que vacaron en esa época, y señalado por suerte asuntos de un dia para otro, leyó por espacio de una hora, en cada oposicion; sostuvo con honor las réplicas que se le opusieron, y convencido yo de su suficiencia, le nombré Rejente de la Instituta, cuya comision desempeñó satisfactoriamente algunos meses, que estuvo enfermo el propietario, circunstancia por que se hizo el nombramiento de Rejente. El Rector cree de su obligacion autorizar de este modo las tareas y desvelos con que se ha distinguido este estudiante. Rodríguez, segun los certificados que dejamos espuestos, no era el segundo de los alumnos del colejio, como se ha dicho, sino uno de los primeros por su aplicacion y aprovechamiento, a la vez que por su juiciosidad y buena conducta. Es evidente que sus maestros no habrian autorizado una informacion tan recomendable y escepcionalmente laudatoria, si Rodríguez no hubiese sido un alumno de esmerado buen comportamiento. Acaso ha influido en mucho en el juicio que se ha dado de su jenio y de su carácter, el rol que desempeñó en la política de su tiempo, pues a haber actuado en otro escenario que no hubiese sido el de la revolucion, talvez su memoria se habria juzgado con otro criterio ménos apasionado. Si Manuel Rodríguez, como lo dicen sus maestros, hubiese dedicado su injenio a la literatura, cuán bellas y raras, por su orijinalidad y gracia, habrian sido sus obras, revestidas del donaire de su talento ilustrado y de su espíritu atrevido, penetrante y travieso. Pero, si no pudimos heredar sus obras de escritor orijinal, nos ha dejado en cambio, la gloria y el drama heroico de su vida de guerrillero célebre, de caudillo temerario y de tribuno famoso. Los episodios de sus correrías de moutonero, tienen la espiritualidad estraordinaria de su jenio alegre y orijinal y la gracia nativa de su temperamento siempre juvenil y audaz. No hai pájinas en la historia patria mas bellas ni mas gloriosas que las que escribió, en los dias precursores de la libertad, con su espada de guerrillero, y su palabra de tribuno popular. Sus hazañas heroicas lo han inmortalizado en las letras, en las artes y en la historia. En 1809 terminó Rodríguez sus estudios en la Universidad, llamada de San Felipe, recibiendo a la edad de 24 años su título de abogado y de doctor en leyes. Jóven ya, formado en la esperiencia que da el estudio y con una carrera profesional que lo habilitaba para las luchas de la vida, aspiró a servir a su patria en el órden político para el cual estaba preparado por su talento natural y su carácter cultivado en la disciplina de los conocimientos jurfdicos. Se afilió en el partido moderado, que se componia de sus antiguos amigos de colejio. Su compañero de estudio habia sido don José Miguel Carrera, al cual reconoció como jefe, sin manifestar emulacion ni pretensiones personales, revelando desde luego la abnegacion sin par que supo po-