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Página:Diccionario biográfico de Chile - III (1901).djvu/94

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del rejimiento. Lautaro, bajo las órdenes del coronel don Mauricio Muñoz. Habiendo partido con su rejimiento a la campaña del litoral del norte, concurrió con él, con el mayor brillo, a las batallas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores. Asimismo, se encontró en los combates de Torata, el Manzano y Pucani. Hizo la ruda campaña de las sierras del Perú a las órdenes del entonces coronel y hoi jeneral don Estanislao del Canto. Su rejimiento se distinguió en la batalla de Tacna y en el asalto de Arica, habiendo sido el único cuerpo movilizado que entró en combate en el famoso Morro de Arica. Fué felicitado sobre el campo de batalla del Alto de la Alianza, en Tacna, por el jeneral en jefe del ejército, en mérito del estraordinario arrojo de su rejimiento que lo mandó a la vanguardia por especial distincion del teniente coronel Robles. Su comportamiento en la guerra del Pacífico fué sobresaliente, tanto por su valor como por su pericia militar. Sus compañеros de armas de ese tiempo hacen los mas hermosos elojios de sus actos como guerrero y como jefe humanitario y estricto cumplidor del deber y de la disciplina. Condecorado con las gloriosas medallas de la campaña contra el Perú y Bolivia y ascendido al grado de coronel de ejército, lo encontró la revolucion que en 1891 hizo el Congreso al Presidente constitucional don José Manuel Balmaceda. Llamado por este majistrado el 6 de Febrero para confiarle una espedicion militar al norte, en dos horas organizó la division que condujo a Tarapacá. Al mando del 5.° de línea se embarcó en el trasporte Imperial y se dirijió al norte para recuperar a Tarapacá del dominio de la revolucion. El 7 de Marzo de 1891 se batió en Pozo Almonte con el ejército revolucionario mandado por el coronel don Estanislao del Canto, mui superior en número a su division y en ese combate heroico, que fué una verdadera batalla, se mostró como un jefe sin rival por la serenidad y el arrojo para salvar y conservar sus tropas. Herido en un talon en medio del combate, se retiró a la ambulancia para hacerse la curacion y una vez atendido por los cirujanos, volvió al campo de batalla a dirijir a sus soldados, cuya bravura no queria que se amenguara un instante. Atravesado de parte a parte por nuevo proyectil enemigo que le cruzó el costado derecho y los riñones, se retiró a la ambulancia, situada en la oficina salitrera «Buen Retiro», donde se le colocó en una camilla. Allí, postrado por las graves heridas y la pérdida de sangre, héroe derribado de su pedestal de guerrero glorioso, fué encontrado por las tropas revolucionarias y acribillado a bayonetazos y destrozado sin piedad y sin respeto a su valor, a sus años y a sus títulos de jefe. La ferocidad de sus implacables enemigos no tuvo límites. Fué testigo de tan atroz martirio un leal soldado mejicano llamado Marcelo Castro, que tenia de asistente, quien declaró mas tarde en Iquique, ante un notario público, el horrendo suplicio de su jefe. El amparo de la bandera inviolable de la Cruz Roja no le sirvió de resguardo al venerable militar, que habia cumplido fielmente con su deber de soldado de la lei y del órden constitucional. Cuando el jeneral don Adolfo Holley tuvo conocimiento de esta atroz inmolacion, se indignó con el in-