cosa del otro jueves; bastaba que fueran acudiendo a sus manos el as, el rey y así sucesivamente; pero cuando, lleno de esperanza, se ponía a jugar, no sabía de dónde salían los malditos seises, que le enseñaban, mofadores, sus anchos dientes blancos. Había en ello una especie de fatalidad. Y poco a poco, un "gran chelem" sin triunfos llegó a ser el deseo más ardiente, la ilusión suprema de Maslenikov.
Algunos acontecimientos tuvieron lugar, aparte de los relacionados con el juego. El voluminoso gato blanco de Eufrasia Vasilievna se murió de viejo, y, con permiso del propietario de la casa, fué enterrado en el jardín, bajo un tilo. Algún tiempo después, Maslenikov desapareció durante dos semanas enteras, y los jugadores no sabían qué pensar ni qué hacer, con tanto más motivo cuanto que el whist jugado por tres se oponía a todas las tradiciones y ofrecía para ellos un interés muy escaso. Diríase que hasta las cartas notaban su ausencia y sorprendían a los jugadores con combinaciones insólitas.
Cuando Maslenikov reapareció al fin, sus mejillas sonrosadas, que contrastaban tan extrañamente con sus cabellos blancos, habíanse tornado grises, y él parecía más pequeño.
Contó que su hijo primogénito había sido detenido, no sabía por qué, y enviado a Petersburgo. Todos estaban asombrados, pues incluso ignoraban que Maslenikov tuviera un hijo. Acaso se lo hubiera dicho alguna vez, pero lo habían olvidado.