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$ 218 objetos exteriores, más bien que a los deleites del ingenio y del alma; reservan la fuerza de su espíritu para la acción, y no para el trato social. Por lo demás, como son poco instruídos en general, las conversaciones serias no les divierten, y no empeñan su amor propio en brillar en ellas a fuerza de ingenio. La poesía, la elocuencia, la literatura no existen en Rusia; el lujo, el poderío y el valor son los principales objetos del orgullo y de la ambición; todas las otras maneras de distinguirse parecen aún vanas y afeminadas a esta nación.

Pero el pueblo es esclavo—se dirá, ¿cómo puede atribuírsele un carácter? Cierto; no necesito decir que todas las personas ilustradas desean que el pueblo ruso salga de ese estado, y quien acaso lo desea más es el Emperador Alejandro; pero esta esclavitud de Rusia no se parece en sus efectos a lo que nos imaginamos en Occidente; no hay aquí, como en el régimen feudal, unos vencedores que han impuesto su dura ley a los vencidos; las relaciones de los grandes con el pueblo se parecen más bien a lo que los antiguos llamaban la familia de los esclavos que al estado de los siervos entre los modernos. En Rusia no existe el tercer estado; esto es un grave inconveniente para el progreso de las letras y de las bellas artes, porque, de ordinario, en ese tercer estado es donde las luces se propagan; pero esa falta de intermediarios entre los grandes y el pueblo permite a unos y otros amarse más. La e