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guardián de ella. Estábamos todos conmovidos, y aplaudimos aquel himno nacional en nombre de todos los europeos; porque ya no hay más que dos clases de hombres en Europa: los servidores de la tiranía y los que la odian. El conde Orloff se acercó a los comerciantes rusos, y les dijo que se festejaba la paz de Inglaterra con Rusia; entonces hicieron la señal de la cruz, y dieron gracias al cielo porque el mar quedaba de nuevo libre para ellos.

La isla de Orloff está en el centro de todas las que los grandes señores de Petersburgo y el Emperador y la Emperatriz mismos han escogido para su residencia estival. No lejos de allí está la isla Strogonoff, cuyo rico propietario había llevado a ella antigüedades griegas de gran valor.

Su casa estaba abierta todos los días de su vida, y el que una vez era presentado en ella podía volver cuando quisiera. Nunca invitaba a comer o a cenar para día determinado; era cosa convenida que todos los presentados fuesen bien recibidos siempre; a menudo no conocía ni a la mitad de las personas que comían con él; pero le agradaba esta hospitalidad suntuosa, como cualquier otro género de magnificencia. Muchos casas en Petersburgo siguen, sobre poco más o menos, igual costumbre; es fácil deducir de esto que aquí no existe el placer de la conversación tal como en Francia lo entendemos; las reuniones son demasiado numerosas para que pueda entablarse un coloquio de alguna fuerza. Las personas de la Didz DIEZ AÑOs 16