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El silencio de Oriente se transforma aquí en palabras amables; pero que no penetran de ordinario hasta el fondo de las cosas. Esta atmósfera brillante, que disipa agradablemente la vida, es grata por un momento; pero, a la larga, ni instruye ni desenvuelve las facultades del entendimiento, y los hombres que pasan así el tiempo no adquieren capacidad alguna para el estudio ni para la política. No ocurría así en la sociedad de París, donde hemos visto hombres formados tan sólo por los coloquios agudos o serios que la reunión de los nobles y los literatos suscitaba.

CAPITULO XVII

La Familia Imperial.

Llegué por fin a ver al monarca, absoluto por las leyes y por las costumbres, y tan moderado por inclinación natural. Me presentaron primero a la Emperatriz Isabel, que me pareció el ángel protector de Rusia. Es muy reservada en sus modales; pero todo cuanto dice está lleno de vida, y sus sentimientos y opiniones se templan en el crisol de sus generosos pensamientos. Al escucharla me conmoví, por no sé qué indecible prestigio que no venía de su grandeza, sino de la armonía de su alma; hacía ya mucho tiempo que no veía yo concordes el poder y la virtud. Hablando estaba yo con la Emperatriz, cuando la puerta se abrió, y el Emperador Alejandro me dispensó Diazdy