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tiene a veces el carácter voluptuoso del amor; pero, ejecutado por unas niñas, la inocencia de la edad se mezciaba a la originalidad nacional. Es indecible el interés que despertaban aquellas gracias amables, cultivadas por la mano delicada y generosa de una mujer y soberana.

También están bajo la inspección de la Emperatriz un Instituto para ciegos y otro para sordomudos. El Emperador, por su lado, pone mucha atención en la Escuela de cadetes, dirigida por un hombre de espíritu superior, el general Klinger. Todas estas fundaciones. son muy útiles; pero podría reprochárseles su excesivo. esplendor.

Al menos sería de desear que en diversas localidades del Imperio se fundaran, no escuelas tan magníficas, sino establecimientos que diesen al pueblo conocimientos elementales. En Rusia todo ha comenzado por el lujo, y la cúspide ha precedido, por decirlo así, a los cimientos. Sólo hay en Rusia dos grandes ciudades: Petersburgo y Moscou; las otras no merecen apenas ser citadas; están, además, separadas por distancias enormes; los mismos castillos de los grandes señores están tan apartados unos de otros, que los propietarios apenas pueden comunicarse. En fin, la población del Imperio está tan diseminada, que difícilmente los conocimientos de los unos pueden ser útiles a los otros. Los campesinos hacen sus cuentas valiéndose de una máquina de calcular, y hasta los empleados de correos siguen ese método. Los popes griegos saben mucho menos que los curas