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ca del verdadero interés del país en tales cincunstancias. Hay que reconocer, de todos modos, que en la época de las más brillantes victorias de Moreau, es decir, en el otoño de 1800, muy pocas personas habían aún llegado a penetrar las intenciones de Bonaparte; a distancia, lo único evidente era la mejora de la hacienda y el restablecimiento del onden en muchos ramos de la administración. Napoleón tenía que pasar por el bien para llegar al mal; necesitaba acrecentar las fuerzas de Francia antes de utilizarlas para su ambición personal.

Una tarde estaba yo hablando con varios amigos cuando sonó una fuerte detonación; creímos que serían cañonazos disparados en algunas maniobras, y continuamos nuestra charla. Pocas horas más tarde supimos que el Primer Cónsul había estado a punto de perecer al dirigirse a la Opera, por la explosión de lo que después se ha llamado la máquina infernal (1). Como salió ileso, todos se apresuraron a mostrar el más vivo interés por él; algunos filósofos propusieron el restablecimiento de los suplicios de la rueda y del fuego para los autores del atentado, y vió en torno suyo a una nación que tendía el cuello al yugo. Aquella misma (1) La explosión fué el 3 de nivoso del año IX (24 diciembre de 1800), en la calle de San Nicasio, a poca distancia del Carrousel. Habían dispuesto un inmenso barril de pólvora y balas, con un fulminante y una mecha en el centro, para volarlo cuando el Primer Cónsul pasaве por la calle, caminode la Opera; ejecutaban aquella tarde el Oratorio, do Haydn.

José Arena, el escultor José Ceracchi, los pintores Domingo Demerville y Juan Bautista Topino—Lebrun, fueron condenados a muerte, y ejecutados el 31 de enero de 1801. (Nota de D. L.)