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enojado contra su libro (1); pero, afortunadamente para mí, pensé que las mismas cualidades de mi padre sólo servirían para excitar en el Cónsul un deseo más vivo de humillar a su po seedor; y seguramente hubiera encontrado, al menos en apariencia, los medios de conseguirlo, porque en Francia el poder cuenta con muchos aliados, y si se ha visto a menudo desarrollarse en este país el espíritu de oposición, es porque la debilidad del Gobierno le ofrecía victorias fáciles.

Nunca se repetirá bastante que los franceses aman en todas las cosas el buen éxito, y que el Poder consigue fácilmente en este país poner en ridículo al infortunio. En fin, gracias al cielo, desperté de las ilusiones a que me había entregado, y rehusé por modo terminante el generoso sacrificio que mi padre quería hacer por mí. Sólo cuando me vió resuelta a no aceptarlo, pude medir lo mucho que le habría costado llevarlo a cabo. Quince meses después perdí a mi padre (2), y si hubiese realizado en aquella ocasión el viaje que proyectaba, hubiese atribuído yo su enfermedad a esa causa, y el remordimiento habría envenenado, por añadidura, mi dolor.

También fué en el invierno de 1802 a 1803 cuando Suiza tomó las armas contra la constitución unitaria que le habían impuesto. Singular manía la de los revolucionarios franceses, que obligan a (1) Derniéres vues de politique et de finances offertes d la nation française; en ella proponia al Primer Cónsul dos planes de Gobierno: uno republicano y otro monárquico.

(2) Murió en Coppet el 9 de abril de 1804.