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saber si ha cambiado; el hombre debe permanecer alejado para siempre de quien ha perdido su estimación. Aquel agente oculto de Bonaparte pretendía que en Francia había muchos elementos propicios a la revolución; fué a avistarse en Munich con un emisario inglés, Mr. Drake, a quientambién se dió maña para engañar. Un ciudadano de la Gran Bretaña no debió mezclarse en ese tejido de astucias, tramado por el jacobinismo y la tiranía.

Jorge y Pichegru, que eran completamente del partido de los Borbones, vinieron a Francia en secreto y se concertaron con Moreau, deseoso de libertar a Francia del Primer Cónsul, pero sin menoscabo del derecho de la nación francesa aescoger la forma de gobierno más conveniente.

Pichegru intentó hablar al general Bernadotte, que se negó, por no estar conforme con la dirección dada al asunto, y porque deseaba, ante todo, seguridades para la libertad constitucional de Francia. Moreau, de carácter muy moral, de incontestable talento militar, despejado y recto de entendimiento, se escurrió en la conversación, censurando al Primer Cónsul, antes de tener la seguridad de derribarlo. Expresar su opinión, aun por modo inconsiderado, es defecto muy natural en almas generosas. Pero el general Moreau atraíademasiado las miradas de Bonaparte, para que semejante conducta dejara de ser su perdición.

Hacía falta un pretexto para prender al hombreque había ganado tantas batallas, y el pretexto.

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