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a propósito para arrastrar gente. Jorge tenía más ímpetu, pero ni por su educación, ni por su natural parecía destinado al papel de jefe. Cuando se supo que estaban en París, fué preso Moreau; cerráronse las puertas de la ciudad; se decretó que los encubridores de Pichegru o de Jorge serían condenados a muerte, y volvieron a ponerse en vigor, para defender la vida de un solo hombre, todas las medidas del jacobinismo. Este hombre estaba dispuesto a apelar a cualquier medio para defenderse, no sólo por la excesiva importancia que se concede a sí mismo, sino porque, además, entraba en sus cálculos atemorizar los ánimos y recordar los días del terror, a fin de inspirar, si era posible, el deseo de arrojarse en sus brazos para librarse de la intranquilidad que sus mismas resoluciones aumentaban.

Se descubrió el escondite de Pichegru; Jorge fue detenido en un cabriolet: no encontraba ya casa donde vivir, y corría así por la ciudad noche y día para sustraerse a la persecución. El agente de policía que prendió a Jorge fué recompensado con la Legión de Honor, Paréceme que los militares franceses hubieran debido desear para él un premio diferente.

El Monitor se llenó de mensajes al Primer Cónsul con motivo de los peligros de que se había librado; la repetición continua de las mismas frases, procedentes de todos los rincones de Francia, ofrece un ejemplo de servil conformidad como aca—so no lo haya ofrecido pueblo alguno. Hojeando El Digitzade