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taba a caballo delante de mi casa y que me pedíaque fuese a hablarle. Muy asombrada de visitatan temprana, me levanté apresuradamente para ir a verle. Hacía muy buena figura a caballo y su emoción aumentaba la nobleza de su rostro. "; Sabéis me dijo que han raptado al duque de Enghien del territorio de Baden, le han sometido a una Comisión militar y le han fusilado veinticuatro horas después de llegar a Paris? —¡Qué locura! No comprendéis que ese rumor le han hechocircular los enemigos de Francia?" Confieso que mi odio a Bonaparte, por grande que fuese, no bastaba para hacerme creer en la posibilidad de tamaño atentado. "Puesto que dudáis de lo que oscuento—respondió el príncipe Luis—, os enviaré el número de El Monitor que trae la sentencia." Se fué diciendo estas palabras, y la expresión de su rostro presagiaba la venganza o la muerte. Un cuarto de hora después tenía en mis manos El Monitor del 21 de marzo (30 pluvioso), que insertaba la sentencia de muerte pronunciada por la Comisión militar de Vincennes, contra el llamado Luis de Enghien. ¡Había franceses que designaban de este modo al nieto de tantos héroes, gloría de su patria! Aunque se abjurasen todos los prejuicios favorables a una cuna ilustre, prejui cios que iban a revivir necesariamente con las formas monárquicas, era posible blasfemar así de los recuerdos de las batallas de Lens y de Rocroi? Ese Bonaparte que ha ganado batallas, no sabe siquiera respetarlas; para él no hay pasado.

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